La madre Tierra es fecunda como nunca en mayo. Por algo es el mes de las flores. Y de la madre, claro. De ahí que este número de COSQUILLAS quiera alumbrar también un ramillete de páginas que luzca sus apellidos.
Porque COSQUILLAS, aunque con una trayectoria corta, tiene el privilegio de sumar por miles los miembros de su familia. Podemos presumir, además, de haber conseguido establecer con ellos unas relaciones estrechas y fluidas. Así lo demuestran los numerosos correos electrónicos que recibimos, con propuestas, sugerencias y, por qué no decirlo, felicitaciones. Esos vínculos son para nosotros capitales. Como a las madres, nos gusta conocer si nuestra forma de obrar sirve como modelo.
Es precisamente ésta una de las reflexiones más comunes entre los progenitores: ¿lo estaremos haciendo bien con nuestros hijos? Qué cuestión más complicada de responder… Cuando nos asaltan esas dudas, mi mujer y yo recurrimos a la experiencia de un matrimonio amigo, al que tenemos como modelo de educación. Y creo que en eso hemos acertado: encontrar un faro que nos guíe en este recorrido donde dos más dos nunca suman cuatro. Dialogar con ellos, consultarles y observarles nos esclarecen muchas conductas que, a solas, nos parecen aguas movedizas.
Tras poner en práctica los consejos que nos han dado, y actuar siguiendo esas pautas, uno al final del día reflexiona. Y la soledad entonces vuelve a embargarnos. ¿Estaremos haciéndolo bien? ¿Ha surtido efecto lo que hemos hecho? Nos volvemos a encontrar solos y, a veces, hasta desamparados. Es entonces cuando, personalmente, recurro a un argumento para poder conciliar el sueño: que la educación es un camino muy largo, con muchas etapas y que, si lo hago mal un día, seguramente tenga tiempo de rectificar más adelante. Por lo que, claro, me entran unas ganas tremendas de que amanezca para retomar el día a día con mis pequeños.
Al fin y al cabo, de las pocas cosas que tengo seguras en este poliédrico mundo de la educación es que el cariño casi todo lo puede y que si los padres somos capaces de transmitir a nuestros hijos e hijas ese amor, ellos nos sabrán perdonar todas nuestras meteduras de pata (que seguramente sean muchas y frecuentes). Entre otras cosas porque los hijos e hijas son mucho más generosos con nosotros de lo que a menudo pensamos.
Y para que nadie se sienta solo, en mayo, como siempre, COSQUILLAS, muchas COSQUILLAS.
Gustavo Gómez Gozalo, director de COSQUILLAS
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